domingo, 29 de junio de 2014

Nuevos tiempos.

Que harto estaba de no poder sentarme con mi tiempo a escribir algo. Y que mentira más grande acabo de escribir.

No he escrito antes porque en realidad no he querido. No hay excusa. Como no hay excusa para no asistir a un cumpleaños, o no ir a una graduación, o, quizá para esto sí la haya, quedar con un amigo.

Todos elegimos qué hacer, aunque el cuándo esté más determinado por las circunstancias. Aunque, en muchas ocasiones, las circunstancias las podemos determinar nosotros mismos con nuestras elecciones, con lo que ampliamos el nivel de responsabilidad sobre lo que decidimos hacer, no solo para un momento dado, si no para un momento que se de, en tanto en cuanto lo primero puede afectar a los siguientes.

Vaya lío. Como la mayoría de cosas que llevo en la cabeza. Pero en definitiva, lo sustancial es que no hay excusa. Y como no la hay, tarde o temprano deberemos dar la cara y responder por nuestros actos.

Y yo no soy distinto para eso, aunque sí para muchas otras cosas. Mi vida está llena de etapas. Y conforme va pasando el tiempo, éstas se van sucediendo entre sí con más celeridad. Por un lado, me da vértigo. Hace dos meses tenía en mente unos planes, hace un mes tenía en mente otros, parecidos a los primeros en lo sustancial, pero radicalmente distintos en los detalles. Y esos segundos siguen el lexema de los que tenía hace dos semanas, pero siguen sin tener nada que ver entre sí los detalles.

Y lo mejor: después de este fin de semana, esos detalles siguen cambiando.

Y esto me hace pensar en lo esencial de la vida. Puesto que el plan original me llevaba a cierto camino. Y las siguientes variantes me llevan a otros caminos que tienen que ver con el primero, y que, a su vez, no se parecen mucho.

Y claro, ¿qué mierda llevas en la cabeza Iván? ¿Qué fumas para cambiar tanto de opinión? ¿Acaso no tienes personalidad que tanto te dejas llevar por las vivencias que se van sucediendo en tu vida?

Pues sí y no. Porque, después de mucho tiempo, me he dado cuenta de que mi vida es así. Un día me levanto pensando que quiero comer jamón serrano con todas mis fuerzas. Y antes de que se de la oportunidad de poder comer jamón, me topo con una persona que es vegetariana. Y esa persona tiene un encanto especial, me transmite algo que yo no había experimentado anteriormente. Hasta tal punto que me llego a plantear si de verdad quería comer jamón yo. ¡Pues claro que quería! Pero el punto de partida de la nueva situación tiene características nuevas que antes no influían debido a su inexistencia, y ahora sí.

Y lo mismo me pasa con todo.

Pero no. No soy de los que no tienen personalidad. ¿Sabéis cómo lo sé? Porque, planee lo que planee, en todos y cada uno de los casos en los que aparece una persona extraordinaria, me dejo imbuir de su idealismo, de sus pensamientos, los disfruto, y por un momento los hago míos. Y luego, cuando la experiencia con esa persona se acaba, tengo todo el tiempo que quiera dedicarle a analizar lo vivido y lo aprendido. Pero de una cosa estoy seguro, he disfrutado de esa persona lo mejor que he podido.

Y puede que los planes cambien, o que vuelvan a la versión beta, o que simplemente se anulen. Puede que un plan nuevo me lleve a conseguir lo que uno viejo me proporcionaba. O puede que aprenda a dejar de hacer planes y centrarme en lo que creo que es lo mío, disfrutar de las personas que me atraen en esta vida, y pasar de todo lo demás.