viernes, 20 de diciembre de 2013

Qué quiero contarle al mundo. Confianza

Ser capaz de confiar en la gente. Dar un primer paso. Como si se tratara de una casa con doble puerta en la entrada. La primera la abrirías a cualquiera. Más o menos. No. Esto no es realmente lo que quiero decir.

Lo que quiero decir es saber darle una oportunidad a una persona. Confiar en ella si la situación lleva a ello. No cerrarse a nadie, solo distinguir de primera mano los que quieren algo y los que lo hacen porque son así. Un poco solo. Tampoco mucho.

Lo que intento transmitir es que no juzguemos a nadie. Si nos encontramos con un completo desconocido por la calle y nos trata como si fuésemos amigos amigos de toda la vida, que no sea lo primero un acto reflejo de desconfianza. Estamos de acuerdo, supongo, que si nos dice de acompañarle a si casa o a algún otro sitio "extraño", habrá que pensarlo dos veces. Pero que el hecho de que alguien que no nos conoce de nada nos brinde un trato familiar no sea recibido por nuestra parte y de primera mano con desconfianza.

Y claro, diréis, ¿y si traicionan nuestra confianza? ¿Y si nos hacen daño y nos tratan de pisar? ¿Confiar por confiar, por que sí, no será peligroso para uno/a mismo/a?

Pues sí. Pero solo en la medida en la que tú hayas confiado y el valor que le des a la "traición" si la hubiera. Sobretodo al valor que tu le atribuyas a ese daño que dices que te han hecho. Las cosas nos duelen, nos hieren; las personas nos decepcionan, en la medida en que nosotros le damos valor a ese dolor, a esa herida, a esa decepción. En un primer momento, está claro, es muy difícil evitar el dolor. Pero su prolongación en el tiempo no depende de nadie más que de nosotros mismos.

Aprendamos a aceptar que las cosas pasan y que, después de que sucedan, somos nosotros y nadie más los que decidimos qué hacer.

Tengamos el valor de no atribuirle valor a las cosas negativas que nos pasan para poder vivir y relacionarnos y convivir mejor, con los demás, con el mundo. Y sobre todo, con nosotros mismos.

domingo, 15 de diciembre de 2013

Desde el punto de vista del hijo, el padre siempre trataba de ponerlo a prueba. Según le había explicado alguna vez su padre, lo hacía por su bien, para que siempre diera lo mejor de sí, para que estuviera preparado. Intentaba evitarle a su hijo los errores que a él no le habían evitado.

Aquel día, tras una buena noticia, su padre le había pedido un favor relacionado con esto mismo. El hijo lo entendió como una prueba, pese a que el padre dijo que era real, que necesitaba consultar una cosa y, puesto que el hijo había demostrado saber hacerlo, se lo había pedido a él.

No era la primera vez que el padre le hacía una consulta de este tipo. El hijo había tenido dificultades con ese tema, y su padre había intentado ayudarle de la mejor y única forma que sabía: tentándolo a seguir, a probarse; poniéndolo a prueba. Hasta aquel día el hijo siempre había respondido igual a las pruebas que su padre le tendía en relación a este mismo tema, pasaba de ellas. No obstante, aquel día decidió intentarlo.

Pese a que estaba un poco perdido, se puso con ello, sabiendo que contaba con material de sobra para realizarlo. Cuando comenzó la tarea la comenzó con entusiasmo y buen ánimo. Sabía hacer las cosas, sabía como plantearla, incluso podía ver la solución casi sin haber planteado el problema todavía. Pero como le solía pasar siempre, se atascó. Y cuando se atasca, comienza a pensar que para qué necesita él superar esa prueba. De todas formas, la preparación que él había recibido, después de todo, era hipotética y teórica, nunca había planteado un problema real.

Estos pensamientos fueron minando todo su entusiasmo y buen ánimo, hasta que, al final, decidió pasar.
Se puso a hacer otras cosas. Se puso a ver una película. Ésta iba sobre la amistad entre un individuo y su grupo en el pelotón de un ejercito británico del siglo XIX.

Cuando el padre llegó a casa, como cabía esperar, fue a preguntarle a su hijo si tenía los datos que le había consultado por la mañana. El hijo, algo irritado le preguntó unas dudas que no le habían quedado claras cuando su padre le planteó el problema. Cuando su padre se las resolvió, el hijo decidió confesarle a su padre que no estaba seguro de si su preparación era suficiente y que, por tanto, no creía que pudiera resolver el problema. Es más, le dijo que no lo haría. El padre, con una decepción palpable, se retiró del cuarto. El hijo continuó viendo la película.

Mientras tanto el padre estuvo haciendo cosas por la casa, discutiendo con su hija por unos temas. Pese a todo, al rato, antes de marcharse de nuevo de la casa, el padre fue a donde su hijo estaba viendo la película.
Cuando entró y vió de qué película se trataba, el padre le comentó al hijo que, al final de la película, morirían todos los protagonistas. Lo dijo como si todo el sufrimiento que estaba cargando el prota de la película sobre sus hombros no sirviera para nada. Conforme hizo el comentario, el padre salió de la habitación.

El hijo, obviamente mosqueado, se irritó aun más con su padre, ya que pensó que le había chafado el final de la película como castigo por el desaire de no haber intentado resolver su problema. Antes de que esta irascibilidad se expandiera por el resto de su mente, el hijo puso en práctica técnicas que había aprendido para mantener los malos pensamientos a raya, y continuó viendo la película, pese a creer saber ya el final.

Durante todo lo que duró la película, el hijo estuvo esperando todas y cada una de las muertes de los protagonistas. No obstante, el protagonista principal acaba evitando la muerte de todos sus compañeros excepto uno, dejando por mentiroso al padre.

En este punto, el hijo se para a pensar. Duda sobre con qué fin le habría mentido su padre. Bien podría ser que no se acordara bien de la película, o bien, pensó el hijo, su padre lo había hecho con otra intención. Una intención del mismo tipo que la de poner a su hijo a prueba. Cuando este pensamiento llegó a la mente del hijo, éste tomó una decisión. Se levantó, y de forma precaria, se sentó en el suelo, cogió un papel y un lápiz y, apoyándose en los apuntes de su ordenador, terminó finalmente el problema de su padre. Sabía que no podía estar cien por cien seguro de que estuviese bien, pero podría comentarle posteriormente a su padre las dudas que tenía sobre el resultado, cuando éste llegara a casa de nuevo.

viernes, 13 de diciembre de 2013

Que quiero contarle al mundo. Juicios.

Estoy muy friki últimamente con esto de la psicología positiva, inteligencia emocional y demás. Lo de "ser friki" de esto es lo que decía Juan Planes en el seminario de "Desata Tu Potencial". Pero es que es verdad. Cuando tienes una receta para hacer mejor un pastel, te pones con ella hasta que te sale el pastel bien. Pues con esto igual.

Cuando tienes una metodología sencilla a seguir para ser mejor persona, más equilibrado, más feliz... Te pones con ello. Pero hacer personas es más difícil que hacer pasteles. En principio.

No juzgar; vivir el día a día, el momento, el aquí y el ahora; aprender a digerir la parte negativa de nuestro diálogo interno, para que cada vez sea menor; ser positivo; compartir. Escuchar activamente, identificar nuestros sentimientos en cada instante, saber qué hacer con ellos. Pedir lo que queremos, no esperar nada de nadie. Razonar las cosas, no imaginarlas. Constancia, objetivos claros. Y muchas cosas más que hay en todo este mundo que descubrí hace poco.

Lo dicho, la receta es fácil de leer, apuntar, tener en cuenta. Lo difícil es aplicarla.

Quiero contarle al mundo, para continuar con el proyecto este, ahora en concreto, lo que pienso, opino, siento, en relación a "el juicio".

Nos han enseñado desde temprano a juzgar todo lo que vemos, oímos, sentimos. Cuando vemos a una persona con un piercing en la nariz, (por ejemplo) esos que se llaman septum, creo que era, lo primero que podríamos pensar es, "mira, un/una hippie", "mira, seguro que fuma", "mira, qué cosa más fea, un hierro ahí en la nariz". ¿Y por qué no podemos dejar de pensar, y simplemente vivir?. Es chocante ver a alguien con un pendiente en la nariz, o cualquier otra cosa "no usual", pero por este mismo motivo. Estamos tan mal acostumbrados a las costumbres... Que cuando alguien o algunos se salen de la corriente ya tenemos que etiquetarlos como "extraviados".
Sí, hoy día la gente está tomando más conciencia sobre estas cosas y empezamos a callarnos cuando vemos cosas así. Sí, callarnos. Porque el juicio lo seguimos haciendo la mayoría de las personas.
Cuando alguien hace las cosas de un modo distinto hay algo que hace que nos demos cuenta de ello. Como si por el simple hecho de no ser lo común llevara un cartel luminoso para llamar la atención de cuanta más gente mejor.

La necesidad de juzgar a los demás, de ver qué hacen, qué no hacen, como lo hacen o como no lo hacen. De incluso intentar averiguar por qué lo hacen sin ni siquiera conocerlos, está muy extendida entre todos nosotros.

Porque todos, en mayor o menor medida, todos, juzgamos. Todos. Cuando decimos, esa chica es fea, o ese chico me cae mal, estamos juzgando. ¿Por qué no decir mejor, no me gusta el aspecto de esa chica, ya que esa es tu visión de ella, lo cual implica que no quieres hacerlo general, si no que es solo lo que tú sientes respecto a la contemplación de ella, y ya está? ¿Por qué no decir mejor que no compartes las ideas de una persona, o que no estás cómod@ con su comportamiento, ya que eso es lo que sientes respecto a el/ella, y no lo juzgas por ello, todo lo contrario de decir "me cae mal"? Las personas no nos caen encima. Todos no tenemos los mismos gustos para decir que una chica sea fea porque a ti no te gusta. Dejémonos de tonterías.

Al fin y al cabo, lo que hacemos es fijarnos en los demás, les sacamos pegas, les aplicamos juicios, como método o escape para tener que averiguar, y lidiar posteriormente, lo que sentimos respecto a esa vivencia, ese momento, ese acto, esa persona...

Pero claro, ahora me llamaréis cursi. ¿Sentimientos? ¿Que no me guste el aspecto de una chica es un sentimiento? A mi modo de ver, sí. Porque, por poner una razón como podría valer cualquier otra, si no te gusta el aspecto de alguien es porque no te sientes atraído por esa persona. Lo cual implica que sí hay rasgos físicos que te atraen y, por tanto, te gustará el aspecto de quien los posea.
Los sentimientos son "cosas" que están ahí constantemente, no dejan de fluir por nosotros. E igual que el río acaba encauzando todas sus aguas en un mismo lecho para llegar a un punto de manera satisfactoria, si nosotros encauzamos nuestros sentimientos, les aplicamos orden, sabemos cuáles son y qué hacer con ellos, seremos más efectivos en la materia de lo que viene siendo vivir.

Beautiful war.

La lucha siempre se ha entendido como el enfrentamiento entre dos partes. El origen de dicha lucha puede deberse a distintas razones: conflicto de objetivos, diferencia de intereses, conveniencia económica, demostrar superioridad...

Durante toda la historia se han dado casos de grandes guerras y de guerras más pequeñas. Guerras a escala mundial y guerras a escala local. Guerras sin sentido y guerras con todo el sentido que la razón puede atribuirles. Guerras iniciadas por gente que se defendía a sí misma y a otras personas de los abusos de tiranos, y guerras iniciadas por tiranos contra gente indefensa. Guerras sangrientas y guerras nefastas. Guerras justas y guerras injustas, si es que se puede justificar una guerra.

Porque claro, si uno no quiere, dos no se pelean. Cuando un bando tiene el valor de decidir no actuar, no atacar, no usar la violencia, el resultado no es el que el dicho dice. Cuando uno no quiere, el otro lo masacra.

Hoy día tenemos a líderes que juegan en una liga totalmente distinta a la que debería ser. A la que debería de ser por derecho de todos. Hoy día es primordial sacar trapos sucios del contrincante, avergonzarlo frente a las masas, hacer que pierda simpatizantes, militantes, votos. Hoy día estamos obcecados en demostrar que somos mejores que el otro, que valemos más, que hacemos las cosas mejor, que tenemos métodos más justos, respetuosos.

Si para ser mejor persona una de las claves es no compararse con los demás. ¿Por qué no aplicar este principio tan sencillo a agrupaciones que representan a una población? Al detenernos tanto en mirar al prójimo, nos olvidamos de quienes somos. Olvidamos cual es la principal meta.

Puede que a vista de nuestros seguidores tengamos claro un objetivo a conseguir, pero no nos engañemos. En cuanto el otro cometa un fallo nosotros estaremos ahí para hacerlo resaltar. Para usarlo como ardid contra él, para intentar hundirlo. Y mientras tanto el objetivo está ahí. Inalcanzado, que no inalcanzable. Lejos en el horizonte, por encima de nosotros, cuando en realidad puede que esté justo a dos pasos. Pero la venda de la "guerra" no nos deja verlo.

¿Por qué no centrarnos en lo que realmente interesa y olvidar al otro? Sí, alguien tiene que controlar que el que está en el poder haga las cosas legítima y legalmente. Pero para eso hay otros poderes, supuestamente desligados del ejecutivo, que pueden controlarlo. Que tienen y deben controlarlo.

Porque al final el poder está en aquellos que menos uso hacen de él. El pueblo "llano". Un pueblo que agacha la cabeza frente a la situación, frente a "sus" líderes.

Si nos preocupamos por hacer las cosas por el bien de todos, todos deberíamos acabar haciendo las mismas cosas. Así, sería más sencillo resolver problemas. Así, se conseguiría hacer algo más que reducirnos a criticar a los demás, poner sonrisas falsas y dar buena imagen.


Qué quiero contarle al mundo. Amistad

Hace un par de semanas, conocí a una persona la cual me dió un par de consejos sobre el tema de la escritura y demás. De antemano, gracias.

Lo fundamental del tema que me comentó es que al escribir de dentro hacia fuera, las cosas salen mejor.

Pues bien, paso ahora a teclear en mi portátil todo lo que se me ocurra en este instante que quiero contar. Porque sí. Porque me hacía falta ya. O eso creo yo. No quiere decir esto que lo vaya a poner todo de golpe. 

¿Que qué quiero contarle al mundo? Son tantas cosas... 

Toda mi vida he sido una persona más bien reservada, callada. Tímida e introvertida, si así se entiende mejor. Esto fue así hasta cierto momento en que empecé a ser menos introvertido, y a la mínima de cambio podía intercambiar anécdotas y sentimientos personales con personas que más bien conocía muy poco. 
La verdad que no sabría decir si estoy mejor así o no, pero me va bien. Y con eso, de momento, me vale. 

Toda mi vida he tenido una predisposición innata por reflexionar sobre un tema en concreto. La amistad. 
Cuando era pequeño vivía en un barrio un poco apartado, por lo que tenía amigos allí, y amigos en mi clase del cole y esas cosas. Las relaciones en ambos casos eran distintas. Resulta que en el barrio eran todo chicas menos yo. Esto, de primeras, condiciona mucho a una persona. Es decir, me condicionó a mi. Quiero decir que desde entonces siempre me he relacionado más y mejor con las mujeres que con los hombres. Esto también lleva problemas. Más adelante...
En el cole tenía un grupo de amigos, lo típico de hacer los deberes juntos, invitar a cumpleaños, que en verano vayan a casa, etc.
Cuando crecimos, las relaciones empezaron a complicarse. Las chicas ya eran chicas, no niñas. Mis amigos estaban explorando nuevos mundos que a esa edad, y en la actualidad más que en mi época, era común tratar y explorar. El problema es que yo siempre he ido contra corriente. Y no me suele llamar la atención lo que a la mayoría sí. 
Por este motivo, al parecer, empecé a distanciarme de mis amigos de clase. Empecé a quedarme solo. Tendría yo unos 12 años. 
Desde entonces me han llamado de todo, y por cualquier motivo. Estoy orgulloso de decir que si esto me ha afectado de algún modo, no ha sido de forma negativa. Nunca me hundí, al menos que recuerde. Por esta edad, un poco más antes, me compré la PlayStation 2, con el juego Kingdom Hearts. Al que no haya jugado se lo recomiendo. 
Este juego trata sobre tres amigos, dos chicos y una chica. El protagonista es el elegido por un arma legendaria que sirve para combatir la oscuridad. Ésta, la oscuridad, hace que se separen. Desde ese momento, el objetivo del prota es encontrarlos, cueste lo que cueste. 
Creo firmemente que este juego también ha influido mucho en mi personalidad. Y sobre todo en el tema que ahora trato. La amistad.
Estuve en época de "soledad" durante al menos dos años. Creo que tres. Luego empecé a salir con el grupo de amigos de mi hermana. Ahí redescubrí lo que muchos llaman "el mejor amigo". Hice dos. Una chica y un chico. El contacto con ellos ahora es muy distinto. Con ella hablo muy a menudo, nos contamos nuestros problemas, nuestras alegrías, hacemos cosas juntos, aprendemos cosas juntos, etc. Con él el contacto es menor, pero sigue habiendo confianza. 

La amistad señoras y señores. Creo que la amistad es el pilar base de la humanidad. El ser humano es un animal social, y los primeros ámbitos sociales que tratamos son, a mi entender, la familia y los amigos. 
Puesto que el primero es impuesto, sea peor o mejor, queda vetado su trato. Sin embargo, a los amigos los elegimos. Elegimos con quien estar, con quien no. En cierta medida, elegimos incluso a quien conocer. 
Esto es importante. Y conlleva mucho. En función de cómo de independientes seamos, nos jugamos más o menos al elegir en quien confiar. Quiero decir. Si tenemos una autoestima firme, las ideas claras, si tenemos mentalidad abierta y somos más dados a ver el lado bueno de las cosas, la probabilidad de que una "traición" nos afecte será menor. Y lo mismo a la inversa. Cuanto más negativos seamos, cuanto menos autoestima tengamos, cuanto menos claro veamos las cosas, más nos perjudicará el hecho de que un lazo estrecho con alguien se quiebre. No estoy diciendo que si eres un dopao' de positivismo te de igual que tus amigos vayan contando tus secretos e intimidades por ahí a cualquiera, que no te avisen para quedar, que no te ayuden cuando lo necesites... No. No te va a dar igual. Pero si algo de eso pasa y tienes la cabeza bien amueblada, sabrás actuar en consecuencia, tratar el caso de forma objetiva y conseguir dos cosas, o arreglar la situación, o procurar que no se repita.

Por otro lado, la amistad se puede dar de forma casual, cuando conoces a alguien y enseguida coges 'feeling' con él o ella. O puede trabajarse día a día. Ir cogiendo confianza poco a poco. Hay amistades que necesitan aportes continuos por parte de las dos personas para que se mantengan igual de estables, y otras que pese a estar un tiempo sin hablar, sin tratar, o sin saber nada, continúan siendo verdaderos lazos de amistad.
 En cualquier momento de nuestra vida podemos encontrar ese amigo que estábamos esperando encontrar. 
Hacemos amigos durante toda nuestra vida, nos socializamos constantemente. Unos se quedan, otros se van, y otros vuelven. 

No dudo de que me falten cosas por añadir sobre este tema. Sin embargo, ahora mismo he agotado el pozo que tengo... 

sábado, 7 de diciembre de 2013

Parece ser que hay una forma de ver ciertas cosas compartida por la gran mayoría de las personas. Con lo que a mi me gusta la variedad, hay que ver.

Pongámonos en situación.

Por ejemplo, se cruzan dos amigas que llevan tiempo sin verse en el mercado y le dice la una a la otra:
-Chica, ¡cuánto tiempo! ¿Qué tal estás? ¿Cómo va todo?
-Pues bien la verdad.- le responde la otra algo abrumada por la atención prestada así, tan "de golpe".-
Mi marido sigue con el trabajo, yo estoy con un negocio innovador entre manos, y mi hija se ha ido a Australia.
-¡Vaya por dios! ¿Y eso? Qué mal, oye. Aunque bueno, como está la situación ahora, es normal, muchos jóvenes se ven obligados a partir...

Y sobra de situaciones. La gente ve la emigración como algo negativo. Australia es lo de menos, podría haber sido Francia, o incluso Portugal. El caso es que muchas personas entienden que el tener que desplazarse del país de origen es un "tener" y no un querer. Es un prejuicio propagado.

¿Por qué?

Según yo, porque la mayoría manda. Y en nuestra sociedad actual, la mayoría vive tan cómodamente en su casita, con sus cosas de siempre, su comida de siempre, sus amigos de siempre, su situación de siempre, que incluso cuando el país entra en crisis y esa situación cambia a peor no son ni siquiera capaces a reaccionar y a movilizarse para dar un cambio. Prefieren ver las alternativas activas como negativas: "las huelgas no hacen nada", "la cosa está muy mal"; "hay que irse fuera de España para encontrar un trabajo"...

Señoras, señores. La vida es cambio, movimiento. Deberían ustedes abrir un poco las puertas de la cajonera que tienen por cabeza y admitir aireaciones de ideas y valores, y tirar a la basura los enredos/juicios viejos que ya no sirven para nada.

Yo quiero irme fuera de España. Y no por obligación.

¿Dónde está la señora del "Qué mal, oye"? Pues que no se me acerque. Porque si lo hace no se va a encontrar con un joven resignado, con cara de mustio y que dibuja una sonrisa lastímera en su cara, forzada para no dar a entender que está totalmente desilusionado consigo mismo. No, señora. Quien dice señora, dice señor. No. No me va a ver cabizbajo. Me vas a ver alegre, sonriente. Incluso puede que con una sonrisa de esas en las que se ven todos los dientes, si me pillas con un buen día.

Para mi, salir fuera fue un sueño desde siempre. Y como yo, hay miles de personas. Unas tan felices consigo mismas que lo podrán admitir abiertamente como yo. Otras que no. No voy a entrar en discusiones.

Para mi supone un reto personal el vivir una experiencia así. Aprender de otras culturas, ver otros lugares. Respirar otros aires, practicar otras costumbres. Ver mundo, y que el mundo me vea a mi. Crecer como persona, tener experiencias vitales cada dos por tres. No conformarme con unas fronteras, saltar cuantas más pueda. Quiero expandirme. Quiero crecer. Quiero...


lunes, 11 de noviembre de 2013

Recursos internos. Fortalezas y talentos.


Talentos que poseo. 

Así, a "boca jarro" se me vienen unos cuantos, seguramente no todos.

Como mis talentos considero: la calma que puedo llegar a sentir; la capacidad lógica de pensamiento que tengo; la capacidad de aprender, que se me da bien; capacidad de orientación; buen humor; matemáticas simples; creo que también considero un talento el poder destrozar una canción al cantarla, pero quedarme más a gusto que un arbusto con ello, es bueno quedarse así de bien con tan poca cosa. Dicen que soy muy paciente con las personas, y a base de escuchar cómo me lo dicen, me lo he acabado creyendo. También creo que sé escuchar a la gente. No me cuesta mucho coger confianza, y tampoco me cuesta hacer amigos, si creo que merece la pena. Esto último es últimamente, que me estoy soltando.

Pequeñas y grandes cosas que he logrado en mi vida.

Pfff, este es tan largo... Lo primero y lo que más valoro ahora mismo creo que es a esas dos grandes chicas que tengo en mi vida, en las cuales confío, y quienes se preocupan por mi tanto como yo por ellas. A aquellas a las que les cuento todo, sabiendo que puedo reducir mi carga con ello. Dos personas muy importantes para mi. Una desde hace ya bastantes años, otra desde hace a penas uno, y sin embargo ahí están. Sé que las quiero y que me quieren, y que pocos pueden disfrutar de relaciones como las que yo tengo con ellas. Y eso me llena de satisfacción.

Por otro lado, como logro, me atribuyo el coraje, no sin ayuda de mis padres, de haber realizado uno de mis máximos sueños, aunque no tal y como lo había soñado, pero la realidad sobrepasa con holgura cualquier sueño perfecto por imperfecta que sea. Y no me refiero a otra cosa que ver en persona a una mujer especial para mí.

Esos son mis dos grandes logros, que yo considere como tales. Ahora, como pequeños logros...

Haber aprobado la asignatura "más difícil" de la carrera a la primera.
Haber entrado en una carrera, ya de por sí.
Haber elegido yo qué estudiar, y no hacer lo que me recomendaban.
Haber perdido el miedo (un poco) a hablar en público.
Saber que cada día tengo la mente más abierta a todo lo que me pueda venir.
Haber llegado a ser el entrenador de un pequeño grupo de chavales y chavalas que me han enseñado muchas cosas y con los que he compartido grandes momentos.
Formar parte de un club deportivo, de baloncesto concretamente.
Hacer de mi entrenador un amigo.
Haber disfrutado de una semana en granada, otra en sagunto.
Haber conseguido "representar" un espectáculo, al fin.
Sacarme el carnet de conducir a la primera.
Haber hecho un arco con mis propias manos, el cual funcionaba medianamente bien.
Echarle huevos al asunto e irme a vivir fuera de casa.
Haber pintado un mural en la pared de mi cuarto.
Y hay muchos más, pero la lista se hace demasiado larga.

Yo soy. 

Yo soy inteligente, amable, alegre, risueño y valiente. Yo soy inseguro a veces, pero seguro muchas otras. Decidido. Extrovertido cuando quiero e introvertido el resto del tiempo. Soy de ideas fijas, pero flexibles.
Yo soy de narutos, señores de los anillos y juegos de ordenador y play. Soy de guitar hero. Yo soy abierto.
Yo soy buena gente, y también tonto a veces. Yo soy confiado. Yo soy vago muchas veces y trabajador cuando realmente me gusta lo que hago. Yo soy interesado. Yo soy de los que ayudan, de los que comparten. Yo soy alto, y lo de guapo se lo dejo a las chicas. Aunque según mi madre y mi hermana soy muy guapo. Y según mis amigas también. Yo soy serio la mayoría del tiempo. Yo soy un buen compañero, un buen amigo, una buena pareja, que sepa yo hasta el momento. Yo soy escritor a ratos, lector a ratos, dibujante a ratos, y "filósofo" casi siempre. Que les preguntes a ciertas personas si no es así. Yo soy sincero cuando no tengo miedo. Y miedoso cuando me estoy jugando algo importante. Yo soy de los que quieren, aunque no lo sepan. Yo soy de los que saben ver el camino, aunque les cueste ponerse en marcha. Yo soy de los que necesitan un empuje, y de los que empujan a los que lo necesitan. Yo soy creyente. Creyente en mi mismo, en mis capacidades, y en que estamos aquí por algo. Yo no soy sumiso, si no es lo que realmente siento que tengo que ser. Casi nunca siento eso. Yo soy emprendedor de pequeñas cosas, pequeños detalles, de nada demasiado grande, pero suficiente para estar a gusto conmigo y con los demás. Yo soy responsable, integrador y cauto. Yo soy alguien con madera de líder, aunque sin ganas de serlo. Yo soy activo, y pasivo. Soy raro. Y me enorgullezco de ello.

Yo se hacer.

Yo se hacer tortilla. Sí señor. Sé hacer sudokus, jugar al brain training y escribir el nombre del juego bien. Yo se hacer redacciones, escritos breves y no tan breves. Yo se hacer problemas de matemáticas, de física, de motores, de hidráulica, de cálculo de estructuras y se hacerlo sin que se me vaya la olla. Sé hacer exámenes tipo test y de redacción, aunque a veces me enrollo un poco. Yo se hacer manualidades, de muchos tipos y en muchos contextos distintos... Yo se escuchar, se hablar. Se tratar a alguien como es debido y se como olvidarme de saber tratar a alguien. Se evitar contagiar a los demás mis malos sentimientos, y se sacar una sonrisa la mayoría de las veces. Se orientarme. Se cómo hacer un arco que funciona y cómo organizar un viaje importante. Se rellenar la matrícula de la universidad. Se apañarme con lo que tengo y conseguir cosas con las que apañarme mejor. Se distraer a la gente. Yo se hacer de todo un poco, como mi padre. Y si no se hacerlo, aprendo. Yo se hacer ruido con una guitarra, y que se parezca a alguna canción que me guste... Y que haya practicado con el guitar pro. Yo se hacer volteretas, que no es poco. Y abdominales. Se hacer una entrada en baloncesto, y se hacer entrenamientos. Yo se hacer el payaso, pasando y sin pasar vergüenza. Yo no se hacer la "O" con un canuto. Pero se hacerla con un boli, un lapiz, un pincel, una cera, el dedo y un palo. Hasta con la pierna, el pie y el brazo. Y la mano. Y por ello no soy más ni menos que nadie. Yo se hacer palomitas en el microondas, y disfrutarlas con una buena película. Yo se hacer rabiar a la gente y, a veces, se hacer que se calmen. Yo se expresarme la mayoría de las veces, entendiéndome la gente o sin entenderme. Yo se hacer resúmenes, y esquemas. Y hacerlos breves. Yo se hacer de mí lo que haga falta para ser feliz.

Gracias por invertir tu tiempo en leer estas tonterías. Es importante para mí.

 


domingo, 6 de octubre de 2013

-Mira, allí, en el parque, hay un chico y una chica...
+Vaya, es verdad... Parecen muy serios, ¿no?
-Yo no lo diría. Él sonríe tímidamente, y ella agacha la cabeza para que él no vea que también sonríe.
+Vaya par de moñas.
-A mi no me lo parecen. Es bonito ver cosas así.
+Mira, parece que él se le acerca... ¡¿Se le va a tirar?!
-Pero, ¿¿¿por qué lo dices en ese tono??? No, mira, se le está acercando poco a poco... Es tímido, quizás tenga miedo de la reacción de la chica, tendrá miedo de que salga corriendo, o a lo mejor le da miedo estar anticipándose..
+Pero qué tonterías dices, si le está haciendo una encerrona...
-No le está haciendo ninguna encerrona, fíjate. Están en un parque, una zona abierta, no la está presionando, se está acercando poco a poco, evaluando la reacción a cada movimiento que hace. No la quiere obligar a nada, le está dejando espacio. En cualquier momento puede darse la vuelta, irse, dejarlo ahí y que no pase nada de lo que ella luego pueda arrepentirse o sentirse avergonzada. Si le estuviera haciendo una encerrona no le habría dejado tanto espacio al rededor de ellos para que ella pueda marcharse cuando quisiera. Sí, se le está acercando de frente, despacio, con miedo, pero algo seguro. No obstante no la quiere coaccionar...
+Pues qué palurdo, así seguro que huirá, a ella se la ve con miedo.
-Quizás esté insegura también, y por eso él le deja su espacio, aunque supongo que si ella se marchara ahora, él se quedaría hecho polvo.
+En fin, vamos a darles algo más de intimidad, que estamos aquí mirando como marujas.
-Sí, dejemosles su espacio, aunque seguramente no se hayan percatado de que estamos aquí...

sábado, 5 de octubre de 2013

Sé que cuando se te presenta una puerta en el camino de la vida, dejarla cerrada es perder la oportunidad de ver lo que había detrás. Detrás puede haber cualquier cosa, un bosque sombrío, un cuarto lleno de leones, un montón de dolor... O un jardín con enanitos, un porche con vistas a un viñedo o simplemente una sonrisa. El caso es que si no abres la puerta, jamás sabrás lo que hay detrás. Tanto si es bueno, como si es malo. Y el día mismo que me di cuenta de esto, me prometí a mi mismo que intentaría no dejar ni una puerta cerrada. Y que si me dolía lo que hubiera detrás, debía ser fuerte, porque el que no sabe qué es sufrir, no aprecia después de la misma manera el gozo. No se si me estoy explicando.

La vida son experiencias, unas buenas y otras malas, pero creo que no se les debe cerrar la oportunidad a ninguna de las dos. De las primeras, se espera disfrutarlas; de las segundas, se debe aguantar y aprender.

Que qué quiero. No quiero dejarme ninguna puerta cerrada... Y menos una grande, de mármol blanco con adornos plateados y dorados, y que me quita el aliento, e incluso el rumbo, cuando me quedo mucho tiempo observándola...

Pero tengo miedo.

viernes, 9 de agosto de 2013

Dream

Tengo un sueño. Lo primero que veo en ese sueño es algo marrón, con una textura rugosa. Si alzo mi mano para intentar tocarlo de pronto se mueve, alejándose de mi y creciendo en tamaño para darme cuenta de que es una pared. Una pared formada por troncos. En realidad no sé de qué madera en concreto se trata, porque ahora, en este momento en el que sueño con ello no estoy muy entendido de la materia. Pero sé que cuando estoy ahí sí se de qué madera se trata. Y al concretarse esa pared frente a mi todo empieza a llenarse de una turbia bruma arremolinada que va dejando al descubierto, como mostrándome, nuevas partes del lugar en el que me encuentro. Primero la pared, luego una chimenea. Después, se deja ver una escalera, también de madera, que lleva a un piso superior que no alcanzo a ver. Posteriormente, como si de una cinta transportadora se tratara, la bruma me sitúa fuera de la casa. Entonces puedo contemplar un gran porche. La bruma empieza a despejarse y se empieza a adivinar por fin la silueta de una casa de madera, con la chimenea forrada de piedra, como las de las películas del oeste. Delante del porche hay un gran jardín verde con un cerco hecho también de madera, y plantas en su base. Un caminito que lleva desde la entrada principal al solar hasta las escaleras del porche. Un caminito de tierra pisada, no de baldosas, ni siquiera de baldosas formadas por placas de roca sin alterar. No, es tierra pisada. Detrás de la forma de la casa se pueden ver, a lo lejos, las siluetas de unas montañas, con sus faldas oscuras cubiertas por densos bosques, y sus picos blancos, casi centelleantes, nevados. El sol se está poniendo por detrás de ellas dejando en el ambiente un maravilloso crepúsculo, sobrecogedor. El pecho se me encoge, embriagado por tanta belleza, por tanta naturaleza. Mis ojos, abiertos como platos, tardan en descubrir que en el porche hay una figura. Intento fijarme un poco más, pero es tal el efecto cautivador de la atmósfera que no puedo distinguir bien lo que es. Sé que es alta, delgada, pero no consigo adivinar de qué se trata. Por tanto, decido acercarme. Cuando adelanto el primer pie, la figura se mueve, dividiéndose en dos. Una pequeña parte se separa del resto y comienza a moverse por el porche, en dirección a la escalera. Cuando ya he dado dos pasos la pequeña forma ya ha alcanzado las escaleras. Me quedo atónito. Vuelvo la mirada a la figura más grande, y lo único que puedo ver es una amplia sonrisa. Una sonrisa maravillosa. Embriagado de nuevo, pero con más fuerza, me giro poco a poco hacia las escaleras, incapaz de creer lo que mi mente cree que está viendo. En ese momento mis brazos actúan por sí mismos preparándose para acoger entre ellos a una preciosa niña, de pelo castaño rizado, un castaño bellísimo, más que el de la mejor madera que hayáis visto jamás. Y entonces veo sus ojos. Unos preciosos ojos verdes. Mi corazón está apunto de salirse de mi pecho. Cada vez me cuesta más respirar. La niña, sonriente, se me abraza al cuello y me da un beso en la mejilla, dejando un suave y cálido cosquilleo allí donde ha posado sus pequeños y magníficos labios. De pronto, se gira sobre mis brazos y señala a la otra figura, de la cual casi me había olvidado ya. Entendiendo lo que la pequeña quería decir sin decir nada, me pongo en marcha hacia las escaleras del gran porche. Ella se encuentra sonriente al lado de un sofá de estos que se columpian, el cual tiene unos cojines con fundas hechas por punto de cruz. Lleva un vestido blanco, de falda larga, hasta los tobillos. Un pequeño cinto se lo ciñe a la cintura. Lleva al cuello un colgante, plateado y brillante, parece un hada. Unos labios tersos y finos dejan entrever unos dientes blancos como perlas al sonreír. Su sonrisa se extiende por cada músculo de su cara, se percibe en cada punto de su piel, tersa, del color del papel antiguo. Una larga melena castaña le cae por delante de los hombros, hasta por debajo de sus redondos senos. Y su mirada. Su mirada me deja sin habla. Su mirada es lo que hace que el sueño sea tan perfecto. Su mirada es lo que me quita el sentido y me lo da. Su mirada es el brillo que despeja cualquier sombra. Sus ojos, contagiados por la sonrisa de su boca, me miran con anhelo, con alegría, con amor, con deseo y con ternura. Me miran de tal manera que me desarman. Me miran de tal manera que me completan. Me miran de tal manera que me influyen el coraje de dar el último paso hacia ella. La imagen de sus ojos azules sería la que me llevaría de este mundo cuando lo abandonase, y con ella podría arrebatarle su poder a lucifer y a dios mismo para volver a la vida a poder contemplarlos otra vez más. Su brazo me rodea la cintura, y armoniosamente el mio la envuelve a ella, atrayéndola hacia mí. Es el momento más perfecto de mi vida. El momento más perfecto de la historia de mi humanidad.

Es un sueño. Pero es el sueño que tengo cada vez que pienso en mis objetivos, en la meta que quiero alcanzar. Porque esa casa está en el país que tantas veces he dicho que quiero visitar, y en el cual probablemente querré quedarme. Porque esa mujer encarna todo lo que busco en una mujer, y lo que me he callado me lo guardo para mí, porque es algo que no quiero mancillar al contarlo. Porque esa vida es la que quiero tener algún día. Y algún día tendré.

martes, 11 de junio de 2013

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Sencillamente no sé por qué pongo éstas palabras aquí y no en una agenda que nadie ve. Quizá el motivo sea una vana esperanza de que a quienes van dirigidas las lea algún día. En realidad no van dirigidas a nadie en concreto, pero sí hay alguien que hace que me sienta de una forma que me lleva a escribir esto. En realidad hay más de una persona que hacen eso.

Hace un rato que he visto un anuncio de un juego de play que hace tiempo que no sabía de él. El juego trata, básicamente, de un chico que a perdido a sus amigo por culpa de la 'oscuridad' y, con ayuda de nuevos amigos sale en busca de los antiguos.

Hace un mes o así asistí a un seminario de 'liberación' mental, de desatar nuestro potencial. Hace un mes o así obtuve nuevos puntos de vista desde los cuales aprender y vivir nuevas cosas. Hace un mes o así yo estaba muy a gusto integrado en un grupo que se rompió. Hace un mes o así se rompió un grupo en el cual me sentía...¿reconocido? No sé cómo describirlo. Es una sensación muy rara. Hace un mes o así me sentía afortunado por lo que tuve en aquellos entonces. En dicho seminario nos mostraron que no hay que estar feliz en función de las condiciones que nos rodean en un momento en concreto, ya que si esas condiciones cambian y pasan a ser desfavorables alguna vez, esa felicidad desaparecerá con esas condiciones 'óptimas'. He suspendido esa asignatura claramente. Y ahora que estoy escribiendo esto me doy cuenta de que si realmente hubiera aprendido algo de ese seminario, igual y no tendría que estar decepcionado, pero si lo tuviera que estar, sería conmigo mismo, por no poder ser independiente de las circunstancias.

Hace un mes o así se rompió algo que me llenaba de alguna manera, al mismo tiempo que me daba cuenta de que aquello me llenaba. Es una sensación dolorosa y triste. Muy triste, no recomendable para nada. Y pese a ello me dije a mi mismo que debía intentar seguir el camino que había descubierto con aquel seminario. Debía tratar de ser feliz, incluso cuando aquello que me llenaba se había desgajado. Hoy día puedo asegurar que no soy para nada independiente de las circunstancias. Pero me gusta creer que algún día lo seré. Pero mientras tanto he de desahogarme.

Entendí que para estar bien necesitaba estar bien con aquellos que quería. Necesitaba que aquellos que quería estuvieran bien para poder estar yo mejor. Necesitar es, creo, un verbo con un significado demasiado cerrado para mi gusto, en tanto a este escrito. No es que sin estar bien con ellos no pudiera estar yo bien, tampoco es así. Pero se le acerca. Me propuse hacer que las cosas en ese grupo estuvieran mejor de lo que ya estaban, simplemente siendo distinto a como había sido hasta ahora. Preocupándome un poco más por los que me rodeaban, tratando de hacer que ellos se sintieran mejor. Demostrando lo que sentía, para que fuera más fácil comunicarme con ellos, de un modo no verbal. Cosas que debería hacer cualquiera sin necesidad de asistir a un seminario para darse cuenta de ello.

Aprendí que estando en el 'aquí y el ahora' era más fácil ser más feliz. El problema es que el término 'aquí y ahora' se refiere a muchas cosas. Una de ellas es a las conversaciones mentales que mantenemos cada uno con nosotros mismos. Toda mi vida he sido propenso a hablar más conmigo que con los demás. Toda mi vida he sido propenso a hablar conmigo de especulaciones que de cosas que han pasado realmente. Toda mi vida he estado preocupado por quimeras que me había creado yo mismo. Decidí entonces que debía dejar aquella costumbre. En el seminario nos enseñaron a evitar esos 'discurrires' mentales cambiando la posición del cuerpo en ese mismo instante. Irguiéndonos y sonriendo tendemos a olvidar lo que nos estaba preocupando. Pero si aun eso fallaba, estaba el método anclaje. Una canción, un movimiento, un olor, una acción, algo que cuando lo escucháramos, viéramos, hiciéramos, nos recordara a algún momento feliz de nuestra vida, y así contagiarnos de la felicidad de aquel momento, para mejorar la del momento actual.

En relación a  mi mismo, antes de ese seminario había estado preocupado por el tema amor, sexo, y cosas así. Había 'discurrido' mucho conmigo mismo por esa senda, y todo para conseguir más preocupaciones, más desesperación, más dolor, menos felicidad. Después de aquel seminario me di cuenta de que no era necesario todo aquello, de que no me aportaba nada. Decidí buscar el amor allí donde sabía que lo encontraría, porque así sería más fácil ser feliz. Entonces fue cuando lo de 'estar mejor con los demás'.

Comencé a centrarme en eso, y en otros temas más 'profesionales' que me han llevado a tomar ciertas decisiones de las cuales no estoy seguro... Pero como dijo Descartes, elige un camino, y síguelo. Y yo digo, síguelo hasta el final, pero no pierdas de vista las desviaciones. En estos momentos estoy asustado.

El miedo se vence enfrentándonos a lo que nos da miedo. El que tiene miedo a la oscuridad debe pasar una noche oscura, debe adentrarse en un túnel oscuro, debe vivir con oscuridad para darse cuenta de que no es mala, no es dañina. Y ahora que me pongo a pensar en el miedo me doy cuenta de cómo vencer a mis temores, basados en la pérdida. Lo que debo hacer es disfrutar de lo que tengo, sin esperar a perderlo para darme cuenta de cuánto podría haberlo disfrutado.

Sinceramente, he llegado a una conclusión distinta de la que quería llegar, y me he dejado muchas cosas en el tintero. Pero quiero hablar en concreto de unas cosas que me rondan por la cabeza. Y es que, aprendida la lección de que si para ser feliz, yo, en concreto, tengo que estar bien con los demás, lo que hago es ofrecer mi apoyo, incondicional, a aquellos a quienes creo que debo ofrecérselo.

He aprendido parte de estas cosas, lo de ser incondicional, lo de estar ahí para los demás, lo de anteponer lo justo a la conveniencia, de cierta persona. Cierta persona a la que quiero decirle muchas cosas, y tengo miedo de lo que esas cosas puedan acarrear. En realidad, siempre tenemos cierta certeza sobre un rango de cosas en cuanto a cómo van a salir. No quiero enamorarme de la idea que yo me haga de una persona. Ni siquiera quiero hacerme esa idea de esta persona en concreto, por no querer distorsionar su realidad. Pero resulta difícil convivir con esto mientras que la situación no permite exponer las cartas al jugador que tienes enfrente. Lo que realmente quiero decir, es que no quiero enamorarme sin que me den esperanzas. Y en este momento ni me dan esperanzas ni me las quitan. Aunque siempre queda la certeza sobre un rango de cosas en cuanto a cómo van a salir. Y esa certeza, sobre esto en concreto, se basa en la ausencia de mostrar conscientemente que se está dando cuenta de por qué hago estas cosas.

Creo que no he dejado nada claro, y que no me ha quedado nada claro. No sé. Ahora mismo solo quería exponer unas cosas, aunque finalmente me han salido algunas que no tienen nada que ver.

domingo, 10 de marzo de 2013

Imagina una carrera en la que un montón de individuos van corriendo detrás de un objetivo. Este objetivo es deseado por todos ellos, y dan lo mejor de sí para alcanzarlo. Al comienzo de la carrera parten todos en igualdad de condiciones dadas a priori. Es, entonces, la habilidad y las condiciones de cada uno lo que hace que alguno se aleje de los demás y se acerque cada vez más al objetivo.

Pero el objetivo se resiste a ser atrapado y da todo de sí para alejarse incluso del individuo más avanzado. Éste lo sigue como si su vida dependiera de ello, dando tanto de sí que parece seguro que tras capturarlo, ya no le quede nada más que dar de sí mismo. Y justo cuando lo tiene a un centímetro de los dedos de la mano, preparados para cerrarse sobre él, el objetivo cambia bruscamente de dirección.

Esto conduce a una nueva situación, ya que al alejarse del individuo avanzado, el objetivo se ha acercado al pelotón de atrás, que vuelve a recuperar las esperanzas.

El que antes era el más apto para atrapar su deseo, se ha quedado ahora en última plaza.
Siempre he tenido en mi cabeza la idea de que si imaginaba cómo iba a pasar algo importante para mi, al final no se haría tal cual lo había imaginado. Como un anti-premonición, si lo has visto así, es que va a pasar cualquier cosa menos la que has visto. Y eso jode. Y mucho.

Porque si es cierto, pues imaginas las cosas malas, y así no te pasan. Esa parte está bien, pero luego llega un momento en el que algo te hace ilusión, tienes muchas ganas de que pase o cualquier cosa por el estilo... Y no puedes evitar imaginarte cómo sería. Y entonces lo jodes todo.
No entiendo por qué me siento tan vacío, si era lo que me temía. Se supone que estaba preparado para esto. Porque siempre me pasa. Siempre me ha pasado... Siempre me hago ilusiones vanas y encuentro señales allá donde no las hay.

Me siento totalmente aplastado, decaído y agotado. Tengo que empezar a cambiar esto en mí. Así, no voy a ningún lado.