viernes, 20 de diciembre de 2013

Qué quiero contarle al mundo. Confianza

Ser capaz de confiar en la gente. Dar un primer paso. Como si se tratara de una casa con doble puerta en la entrada. La primera la abrirías a cualquiera. Más o menos. No. Esto no es realmente lo que quiero decir.

Lo que quiero decir es saber darle una oportunidad a una persona. Confiar en ella si la situación lleva a ello. No cerrarse a nadie, solo distinguir de primera mano los que quieren algo y los que lo hacen porque son así. Un poco solo. Tampoco mucho.

Lo que intento transmitir es que no juzguemos a nadie. Si nos encontramos con un completo desconocido por la calle y nos trata como si fuésemos amigos amigos de toda la vida, que no sea lo primero un acto reflejo de desconfianza. Estamos de acuerdo, supongo, que si nos dice de acompañarle a si casa o a algún otro sitio "extraño", habrá que pensarlo dos veces. Pero que el hecho de que alguien que no nos conoce de nada nos brinde un trato familiar no sea recibido por nuestra parte y de primera mano con desconfianza.

Y claro, diréis, ¿y si traicionan nuestra confianza? ¿Y si nos hacen daño y nos tratan de pisar? ¿Confiar por confiar, por que sí, no será peligroso para uno/a mismo/a?

Pues sí. Pero solo en la medida en la que tú hayas confiado y el valor que le des a la "traición" si la hubiera. Sobretodo al valor que tu le atribuyas a ese daño que dices que te han hecho. Las cosas nos duelen, nos hieren; las personas nos decepcionan, en la medida en que nosotros le damos valor a ese dolor, a esa herida, a esa decepción. En un primer momento, está claro, es muy difícil evitar el dolor. Pero su prolongación en el tiempo no depende de nadie más que de nosotros mismos.

Aprendamos a aceptar que las cosas pasan y que, después de que sucedan, somos nosotros y nadie más los que decidimos qué hacer.

Tengamos el valor de no atribuirle valor a las cosas negativas que nos pasan para poder vivir y relacionarnos y convivir mejor, con los demás, con el mundo. Y sobre todo, con nosotros mismos.

domingo, 15 de diciembre de 2013

Desde el punto de vista del hijo, el padre siempre trataba de ponerlo a prueba. Según le había explicado alguna vez su padre, lo hacía por su bien, para que siempre diera lo mejor de sí, para que estuviera preparado. Intentaba evitarle a su hijo los errores que a él no le habían evitado.

Aquel día, tras una buena noticia, su padre le había pedido un favor relacionado con esto mismo. El hijo lo entendió como una prueba, pese a que el padre dijo que era real, que necesitaba consultar una cosa y, puesto que el hijo había demostrado saber hacerlo, se lo había pedido a él.

No era la primera vez que el padre le hacía una consulta de este tipo. El hijo había tenido dificultades con ese tema, y su padre había intentado ayudarle de la mejor y única forma que sabía: tentándolo a seguir, a probarse; poniéndolo a prueba. Hasta aquel día el hijo siempre había respondido igual a las pruebas que su padre le tendía en relación a este mismo tema, pasaba de ellas. No obstante, aquel día decidió intentarlo.

Pese a que estaba un poco perdido, se puso con ello, sabiendo que contaba con material de sobra para realizarlo. Cuando comenzó la tarea la comenzó con entusiasmo y buen ánimo. Sabía hacer las cosas, sabía como plantearla, incluso podía ver la solución casi sin haber planteado el problema todavía. Pero como le solía pasar siempre, se atascó. Y cuando se atasca, comienza a pensar que para qué necesita él superar esa prueba. De todas formas, la preparación que él había recibido, después de todo, era hipotética y teórica, nunca había planteado un problema real.

Estos pensamientos fueron minando todo su entusiasmo y buen ánimo, hasta que, al final, decidió pasar.
Se puso a hacer otras cosas. Se puso a ver una película. Ésta iba sobre la amistad entre un individuo y su grupo en el pelotón de un ejercito británico del siglo XIX.

Cuando el padre llegó a casa, como cabía esperar, fue a preguntarle a su hijo si tenía los datos que le había consultado por la mañana. El hijo, algo irritado le preguntó unas dudas que no le habían quedado claras cuando su padre le planteó el problema. Cuando su padre se las resolvió, el hijo decidió confesarle a su padre que no estaba seguro de si su preparación era suficiente y que, por tanto, no creía que pudiera resolver el problema. Es más, le dijo que no lo haría. El padre, con una decepción palpable, se retiró del cuarto. El hijo continuó viendo la película.

Mientras tanto el padre estuvo haciendo cosas por la casa, discutiendo con su hija por unos temas. Pese a todo, al rato, antes de marcharse de nuevo de la casa, el padre fue a donde su hijo estaba viendo la película.
Cuando entró y vió de qué película se trataba, el padre le comentó al hijo que, al final de la película, morirían todos los protagonistas. Lo dijo como si todo el sufrimiento que estaba cargando el prota de la película sobre sus hombros no sirviera para nada. Conforme hizo el comentario, el padre salió de la habitación.

El hijo, obviamente mosqueado, se irritó aun más con su padre, ya que pensó que le había chafado el final de la película como castigo por el desaire de no haber intentado resolver su problema. Antes de que esta irascibilidad se expandiera por el resto de su mente, el hijo puso en práctica técnicas que había aprendido para mantener los malos pensamientos a raya, y continuó viendo la película, pese a creer saber ya el final.

Durante todo lo que duró la película, el hijo estuvo esperando todas y cada una de las muertes de los protagonistas. No obstante, el protagonista principal acaba evitando la muerte de todos sus compañeros excepto uno, dejando por mentiroso al padre.

En este punto, el hijo se para a pensar. Duda sobre con qué fin le habría mentido su padre. Bien podría ser que no se acordara bien de la película, o bien, pensó el hijo, su padre lo había hecho con otra intención. Una intención del mismo tipo que la de poner a su hijo a prueba. Cuando este pensamiento llegó a la mente del hijo, éste tomó una decisión. Se levantó, y de forma precaria, se sentó en el suelo, cogió un papel y un lápiz y, apoyándose en los apuntes de su ordenador, terminó finalmente el problema de su padre. Sabía que no podía estar cien por cien seguro de que estuviese bien, pero podría comentarle posteriormente a su padre las dudas que tenía sobre el resultado, cuando éste llegara a casa de nuevo.

viernes, 13 de diciembre de 2013

Que quiero contarle al mundo. Juicios.

Estoy muy friki últimamente con esto de la psicología positiva, inteligencia emocional y demás. Lo de "ser friki" de esto es lo que decía Juan Planes en el seminario de "Desata Tu Potencial". Pero es que es verdad. Cuando tienes una receta para hacer mejor un pastel, te pones con ella hasta que te sale el pastel bien. Pues con esto igual.

Cuando tienes una metodología sencilla a seguir para ser mejor persona, más equilibrado, más feliz... Te pones con ello. Pero hacer personas es más difícil que hacer pasteles. En principio.

No juzgar; vivir el día a día, el momento, el aquí y el ahora; aprender a digerir la parte negativa de nuestro diálogo interno, para que cada vez sea menor; ser positivo; compartir. Escuchar activamente, identificar nuestros sentimientos en cada instante, saber qué hacer con ellos. Pedir lo que queremos, no esperar nada de nadie. Razonar las cosas, no imaginarlas. Constancia, objetivos claros. Y muchas cosas más que hay en todo este mundo que descubrí hace poco.

Lo dicho, la receta es fácil de leer, apuntar, tener en cuenta. Lo difícil es aplicarla.

Quiero contarle al mundo, para continuar con el proyecto este, ahora en concreto, lo que pienso, opino, siento, en relación a "el juicio".

Nos han enseñado desde temprano a juzgar todo lo que vemos, oímos, sentimos. Cuando vemos a una persona con un piercing en la nariz, (por ejemplo) esos que se llaman septum, creo que era, lo primero que podríamos pensar es, "mira, un/una hippie", "mira, seguro que fuma", "mira, qué cosa más fea, un hierro ahí en la nariz". ¿Y por qué no podemos dejar de pensar, y simplemente vivir?. Es chocante ver a alguien con un pendiente en la nariz, o cualquier otra cosa "no usual", pero por este mismo motivo. Estamos tan mal acostumbrados a las costumbres... Que cuando alguien o algunos se salen de la corriente ya tenemos que etiquetarlos como "extraviados".
Sí, hoy día la gente está tomando más conciencia sobre estas cosas y empezamos a callarnos cuando vemos cosas así. Sí, callarnos. Porque el juicio lo seguimos haciendo la mayoría de las personas.
Cuando alguien hace las cosas de un modo distinto hay algo que hace que nos demos cuenta de ello. Como si por el simple hecho de no ser lo común llevara un cartel luminoso para llamar la atención de cuanta más gente mejor.

La necesidad de juzgar a los demás, de ver qué hacen, qué no hacen, como lo hacen o como no lo hacen. De incluso intentar averiguar por qué lo hacen sin ni siquiera conocerlos, está muy extendida entre todos nosotros.

Porque todos, en mayor o menor medida, todos, juzgamos. Todos. Cuando decimos, esa chica es fea, o ese chico me cae mal, estamos juzgando. ¿Por qué no decir mejor, no me gusta el aspecto de esa chica, ya que esa es tu visión de ella, lo cual implica que no quieres hacerlo general, si no que es solo lo que tú sientes respecto a la contemplación de ella, y ya está? ¿Por qué no decir mejor que no compartes las ideas de una persona, o que no estás cómod@ con su comportamiento, ya que eso es lo que sientes respecto a el/ella, y no lo juzgas por ello, todo lo contrario de decir "me cae mal"? Las personas no nos caen encima. Todos no tenemos los mismos gustos para decir que una chica sea fea porque a ti no te gusta. Dejémonos de tonterías.

Al fin y al cabo, lo que hacemos es fijarnos en los demás, les sacamos pegas, les aplicamos juicios, como método o escape para tener que averiguar, y lidiar posteriormente, lo que sentimos respecto a esa vivencia, ese momento, ese acto, esa persona...

Pero claro, ahora me llamaréis cursi. ¿Sentimientos? ¿Que no me guste el aspecto de una chica es un sentimiento? A mi modo de ver, sí. Porque, por poner una razón como podría valer cualquier otra, si no te gusta el aspecto de alguien es porque no te sientes atraído por esa persona. Lo cual implica que sí hay rasgos físicos que te atraen y, por tanto, te gustará el aspecto de quien los posea.
Los sentimientos son "cosas" que están ahí constantemente, no dejan de fluir por nosotros. E igual que el río acaba encauzando todas sus aguas en un mismo lecho para llegar a un punto de manera satisfactoria, si nosotros encauzamos nuestros sentimientos, les aplicamos orden, sabemos cuáles son y qué hacer con ellos, seremos más efectivos en la materia de lo que viene siendo vivir.

Beautiful war.

La lucha siempre se ha entendido como el enfrentamiento entre dos partes. El origen de dicha lucha puede deberse a distintas razones: conflicto de objetivos, diferencia de intereses, conveniencia económica, demostrar superioridad...

Durante toda la historia se han dado casos de grandes guerras y de guerras más pequeñas. Guerras a escala mundial y guerras a escala local. Guerras sin sentido y guerras con todo el sentido que la razón puede atribuirles. Guerras iniciadas por gente que se defendía a sí misma y a otras personas de los abusos de tiranos, y guerras iniciadas por tiranos contra gente indefensa. Guerras sangrientas y guerras nefastas. Guerras justas y guerras injustas, si es que se puede justificar una guerra.

Porque claro, si uno no quiere, dos no se pelean. Cuando un bando tiene el valor de decidir no actuar, no atacar, no usar la violencia, el resultado no es el que el dicho dice. Cuando uno no quiere, el otro lo masacra.

Hoy día tenemos a líderes que juegan en una liga totalmente distinta a la que debería ser. A la que debería de ser por derecho de todos. Hoy día es primordial sacar trapos sucios del contrincante, avergonzarlo frente a las masas, hacer que pierda simpatizantes, militantes, votos. Hoy día estamos obcecados en demostrar que somos mejores que el otro, que valemos más, que hacemos las cosas mejor, que tenemos métodos más justos, respetuosos.

Si para ser mejor persona una de las claves es no compararse con los demás. ¿Por qué no aplicar este principio tan sencillo a agrupaciones que representan a una población? Al detenernos tanto en mirar al prójimo, nos olvidamos de quienes somos. Olvidamos cual es la principal meta.

Puede que a vista de nuestros seguidores tengamos claro un objetivo a conseguir, pero no nos engañemos. En cuanto el otro cometa un fallo nosotros estaremos ahí para hacerlo resaltar. Para usarlo como ardid contra él, para intentar hundirlo. Y mientras tanto el objetivo está ahí. Inalcanzado, que no inalcanzable. Lejos en el horizonte, por encima de nosotros, cuando en realidad puede que esté justo a dos pasos. Pero la venda de la "guerra" no nos deja verlo.

¿Por qué no centrarnos en lo que realmente interesa y olvidar al otro? Sí, alguien tiene que controlar que el que está en el poder haga las cosas legítima y legalmente. Pero para eso hay otros poderes, supuestamente desligados del ejecutivo, que pueden controlarlo. Que tienen y deben controlarlo.

Porque al final el poder está en aquellos que menos uso hacen de él. El pueblo "llano". Un pueblo que agacha la cabeza frente a la situación, frente a "sus" líderes.

Si nos preocupamos por hacer las cosas por el bien de todos, todos deberíamos acabar haciendo las mismas cosas. Así, sería más sencillo resolver problemas. Así, se conseguiría hacer algo más que reducirnos a criticar a los demás, poner sonrisas falsas y dar buena imagen.


Qué quiero contarle al mundo. Amistad

Hace un par de semanas, conocí a una persona la cual me dió un par de consejos sobre el tema de la escritura y demás. De antemano, gracias.

Lo fundamental del tema que me comentó es que al escribir de dentro hacia fuera, las cosas salen mejor.

Pues bien, paso ahora a teclear en mi portátil todo lo que se me ocurra en este instante que quiero contar. Porque sí. Porque me hacía falta ya. O eso creo yo. No quiere decir esto que lo vaya a poner todo de golpe. 

¿Que qué quiero contarle al mundo? Son tantas cosas... 

Toda mi vida he sido una persona más bien reservada, callada. Tímida e introvertida, si así se entiende mejor. Esto fue así hasta cierto momento en que empecé a ser menos introvertido, y a la mínima de cambio podía intercambiar anécdotas y sentimientos personales con personas que más bien conocía muy poco. 
La verdad que no sabría decir si estoy mejor así o no, pero me va bien. Y con eso, de momento, me vale. 

Toda mi vida he tenido una predisposición innata por reflexionar sobre un tema en concreto. La amistad. 
Cuando era pequeño vivía en un barrio un poco apartado, por lo que tenía amigos allí, y amigos en mi clase del cole y esas cosas. Las relaciones en ambos casos eran distintas. Resulta que en el barrio eran todo chicas menos yo. Esto, de primeras, condiciona mucho a una persona. Es decir, me condicionó a mi. Quiero decir que desde entonces siempre me he relacionado más y mejor con las mujeres que con los hombres. Esto también lleva problemas. Más adelante...
En el cole tenía un grupo de amigos, lo típico de hacer los deberes juntos, invitar a cumpleaños, que en verano vayan a casa, etc.
Cuando crecimos, las relaciones empezaron a complicarse. Las chicas ya eran chicas, no niñas. Mis amigos estaban explorando nuevos mundos que a esa edad, y en la actualidad más que en mi época, era común tratar y explorar. El problema es que yo siempre he ido contra corriente. Y no me suele llamar la atención lo que a la mayoría sí. 
Por este motivo, al parecer, empecé a distanciarme de mis amigos de clase. Empecé a quedarme solo. Tendría yo unos 12 años. 
Desde entonces me han llamado de todo, y por cualquier motivo. Estoy orgulloso de decir que si esto me ha afectado de algún modo, no ha sido de forma negativa. Nunca me hundí, al menos que recuerde. Por esta edad, un poco más antes, me compré la PlayStation 2, con el juego Kingdom Hearts. Al que no haya jugado se lo recomiendo. 
Este juego trata sobre tres amigos, dos chicos y una chica. El protagonista es el elegido por un arma legendaria que sirve para combatir la oscuridad. Ésta, la oscuridad, hace que se separen. Desde ese momento, el objetivo del prota es encontrarlos, cueste lo que cueste. 
Creo firmemente que este juego también ha influido mucho en mi personalidad. Y sobre todo en el tema que ahora trato. La amistad.
Estuve en época de "soledad" durante al menos dos años. Creo que tres. Luego empecé a salir con el grupo de amigos de mi hermana. Ahí redescubrí lo que muchos llaman "el mejor amigo". Hice dos. Una chica y un chico. El contacto con ellos ahora es muy distinto. Con ella hablo muy a menudo, nos contamos nuestros problemas, nuestras alegrías, hacemos cosas juntos, aprendemos cosas juntos, etc. Con él el contacto es menor, pero sigue habiendo confianza. 

La amistad señoras y señores. Creo que la amistad es el pilar base de la humanidad. El ser humano es un animal social, y los primeros ámbitos sociales que tratamos son, a mi entender, la familia y los amigos. 
Puesto que el primero es impuesto, sea peor o mejor, queda vetado su trato. Sin embargo, a los amigos los elegimos. Elegimos con quien estar, con quien no. En cierta medida, elegimos incluso a quien conocer. 
Esto es importante. Y conlleva mucho. En función de cómo de independientes seamos, nos jugamos más o menos al elegir en quien confiar. Quiero decir. Si tenemos una autoestima firme, las ideas claras, si tenemos mentalidad abierta y somos más dados a ver el lado bueno de las cosas, la probabilidad de que una "traición" nos afecte será menor. Y lo mismo a la inversa. Cuanto más negativos seamos, cuanto menos autoestima tengamos, cuanto menos claro veamos las cosas, más nos perjudicará el hecho de que un lazo estrecho con alguien se quiebre. No estoy diciendo que si eres un dopao' de positivismo te de igual que tus amigos vayan contando tus secretos e intimidades por ahí a cualquiera, que no te avisen para quedar, que no te ayuden cuando lo necesites... No. No te va a dar igual. Pero si algo de eso pasa y tienes la cabeza bien amueblada, sabrás actuar en consecuencia, tratar el caso de forma objetiva y conseguir dos cosas, o arreglar la situación, o procurar que no se repita.

Por otro lado, la amistad se puede dar de forma casual, cuando conoces a alguien y enseguida coges 'feeling' con él o ella. O puede trabajarse día a día. Ir cogiendo confianza poco a poco. Hay amistades que necesitan aportes continuos por parte de las dos personas para que se mantengan igual de estables, y otras que pese a estar un tiempo sin hablar, sin tratar, o sin saber nada, continúan siendo verdaderos lazos de amistad.
 En cualquier momento de nuestra vida podemos encontrar ese amigo que estábamos esperando encontrar. 
Hacemos amigos durante toda nuestra vida, nos socializamos constantemente. Unos se quedan, otros se van, y otros vuelven. 

No dudo de que me falten cosas por añadir sobre este tema. Sin embargo, ahora mismo he agotado el pozo que tengo... 

sábado, 7 de diciembre de 2013

Parece ser que hay una forma de ver ciertas cosas compartida por la gran mayoría de las personas. Con lo que a mi me gusta la variedad, hay que ver.

Pongámonos en situación.

Por ejemplo, se cruzan dos amigas que llevan tiempo sin verse en el mercado y le dice la una a la otra:
-Chica, ¡cuánto tiempo! ¿Qué tal estás? ¿Cómo va todo?
-Pues bien la verdad.- le responde la otra algo abrumada por la atención prestada así, tan "de golpe".-
Mi marido sigue con el trabajo, yo estoy con un negocio innovador entre manos, y mi hija se ha ido a Australia.
-¡Vaya por dios! ¿Y eso? Qué mal, oye. Aunque bueno, como está la situación ahora, es normal, muchos jóvenes se ven obligados a partir...

Y sobra de situaciones. La gente ve la emigración como algo negativo. Australia es lo de menos, podría haber sido Francia, o incluso Portugal. El caso es que muchas personas entienden que el tener que desplazarse del país de origen es un "tener" y no un querer. Es un prejuicio propagado.

¿Por qué?

Según yo, porque la mayoría manda. Y en nuestra sociedad actual, la mayoría vive tan cómodamente en su casita, con sus cosas de siempre, su comida de siempre, sus amigos de siempre, su situación de siempre, que incluso cuando el país entra en crisis y esa situación cambia a peor no son ni siquiera capaces a reaccionar y a movilizarse para dar un cambio. Prefieren ver las alternativas activas como negativas: "las huelgas no hacen nada", "la cosa está muy mal"; "hay que irse fuera de España para encontrar un trabajo"...

Señoras, señores. La vida es cambio, movimiento. Deberían ustedes abrir un poco las puertas de la cajonera que tienen por cabeza y admitir aireaciones de ideas y valores, y tirar a la basura los enredos/juicios viejos que ya no sirven para nada.

Yo quiero irme fuera de España. Y no por obligación.

¿Dónde está la señora del "Qué mal, oye"? Pues que no se me acerque. Porque si lo hace no se va a encontrar con un joven resignado, con cara de mustio y que dibuja una sonrisa lastímera en su cara, forzada para no dar a entender que está totalmente desilusionado consigo mismo. No, señora. Quien dice señora, dice señor. No. No me va a ver cabizbajo. Me vas a ver alegre, sonriente. Incluso puede que con una sonrisa de esas en las que se ven todos los dientes, si me pillas con un buen día.

Para mi, salir fuera fue un sueño desde siempre. Y como yo, hay miles de personas. Unas tan felices consigo mismas que lo podrán admitir abiertamente como yo. Otras que no. No voy a entrar en discusiones.

Para mi supone un reto personal el vivir una experiencia así. Aprender de otras culturas, ver otros lugares. Respirar otros aires, practicar otras costumbres. Ver mundo, y que el mundo me vea a mi. Crecer como persona, tener experiencias vitales cada dos por tres. No conformarme con unas fronteras, saltar cuantas más pueda. Quiero expandirme. Quiero crecer. Quiero...